Entre las zonas de Pichiquillaipe y Caleta La Arena en la zona del Puerto Montt rural, y de Nueva Braunau en Puerto Varas, el territorio de recolección de la manila es un lugar en el cual recolectar es un acto de respeto. Recoger y atesorar la materia prima que se convertirá en una pieza de artesanía fina, hecha a mano con cuidado y dedicación, implica también poner atención y respeto hacia cada hoja y cada planta que se elige. Considerando al menos un año de crecimiento entre uno y otro proceso de recolección, se presenta como un trabajo que sigue un proceso sustentable de poda.
La preparación de la fibra de la manila es el primer paso al iniciar el tejido. Esto comienza luego de su recolección, cuando primero que todo se desfibra; es decir, se arman ovillos de hebras de manila que se dejan secar naturalmente. En este proceso, que puede tomar entre una a dos semanas dependiendo de las condiciones atmosféricas y la época del año, la fibra va cambiando su color. Una vez esta alcanza un tono café/marrón, ya está lista para su manipulación.
Una vez la fibra está seca, se remoja en agua para comenzar el proceso de tejido. Tejer es un acto humano y ancestral; consiste esencialmente en trenzar una fibra para generar una superficie, utilizando nada más que una aguja y las manos. En el proceso de tejido de la manila, los movimientos manuales generan la matriz para los volúmenes de las piezas de cestería, por lo que es posible pensar que la única otra herramienta utilizada en este trabajo es la mano de la artesana que realiza esta labor.